lunes, 23 de junio de 2014

 


EL PODER DE LAS PALABRAS

Por Kyria Querves

La capacidad de hablar es una de las facultades que nos diferencia del resto de los animales, es uno de nuestros rasgos esenciales y por eso nos hace únicos. A través del uso de las palabras y el idioma podemos manifestar nuestros pensamientos y nuestras emociones, sin embargo, no somos conscientes del poder que tienen las mismas cuando interactuamos con otros. Las palabras tienen el poder de crear pero también de destruir, así lo expresa la frase “La pluma es más poderosa que la espada”. 

Cuando estamos frente a un niño debemos tener claro que todo lo que hagamos o digamos quedará impreso en su psiquis a favor o en contra. Los gritos, el maltrato físico y psicológico generan secuelas imposibles de sanar, por eso debemos ser cuidadosos de qué forma interactuamos con ellos. Ser conscientes de nuestras palabras y del poder que ellas tienen.
Debemos demostrarle nuestro amor y nuestro apoyo. Debemos alentarlos a seguir, a no darse por vencidos, y recordarles siempre que estaremos allí para acompañarlos.

A propósito del poder de las palabras, compartimos con uds. un relato llamado “Gritos”, perteneciente al escritor y filósofo Robert Fulghum. Estamos seguras, que como a nosotras los invitará a la reflexión.

Gritos


En las islas Salomón, en el Pacífico Sur, unos nativos practican una forma única de talar árboles. Si un árbol es demasiado grande para ser cortado con un hacha, los nativos lo derriban gritándole. Leñadores con poderes especiales trepan al árbol al amanecer y de repente gritan con todas sus fuerzas. Hacen lo mismo durante treinta días. El árbol muere y se cae. La teoría es que los aullidos matan el espíritu del árbol. Según los naturales, siempre funciona.

¡Pobres inocentes! ¡Qué hábitos simpáticos tienen en la selva! ¡Gritarles a los árboles, qué primitivo! Qué pena que no cuenten con las ventajas de la tecnología moderna y el rigor científico.

¿Yo? Yo le grito al teléfono, a la máquina de cortar el césped, al televisor, al diario, a mis hijos. Hasta se dice que algunas veces agité el puño y le grité al cielo.
Mi vecino le grita mucho a su auto. Y este verano lo oí gritarle a una escalera de mano durante toda una tarde. Nosotros, personas modernas, civilizadas, educadas, le gritamos al tránsito, a los árbitros, a las facturas, a los bancos y a las máquinas, especialmente a las máquinas. Las máquinas y los parientes reciben la mayor parte de los gritos. Pero los árboles, nunca.

No sé para qué sirve. Las máquinas y las cosas se quedan quietas. Ni siquiera un puntapié sirve.

Con respecto a las personas? bueno, quizá los isleños de las Salomón tengan razón. Gritar a cosas vivas tiende a matarles el espíritu. Los palos y las piedras pueden rompernos los huesos, pero las palabras pueden rompernos el corazón.

 Robert Fulghum


Fuentes:
Imagen: http://pixabay.com/en/girl-child-teddy-bear-plush-toys-101690/   
    

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